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Y se llenó la casa de perfume...

 

«Perfume de nardo, auténtico ...» (Jn 12, 1-11) 

Ojalá el mío también sea auténtico, Señor ...


María se postró y puso en sus pies todo lo que era y tenía; no solo lágrimas y cabellos, sino corazón.

Fue el nardo de su alma el que llenó la habitación de la fragancia del amor, fragancia de la que se supo perdonada y amada.

María abrazó el corazón de Dios con sus cabellos, con sus lágrimas... con su alma.

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